¿Qué es, cómo afecta y qué daños provoca en el organismo?
La heroína se trata de un derivado de la morfina, sustancia que se extrae del capullo de la amapola o adormidera asiática. Al igual que muchas drogas, su forma de consumo es muy variada: inyección, inhalación o fumada.
La heroína se adhiere a los receptores opioides de células ubicadas en distintas zonas, especialmente en las que están asociadas con las sensaciones de dolor y placer y las que controlan el ritmo cardíaco, el sueño y la respiración. Una vez se administra la heroína, esta produce una sensación de placer muy intensa a la que sigue un estado de sedación total y cierta euforia, eliminando cualquier malestar psíquico. A nivel físico esta droga produce sequedad de la boca y enlentecimiento del ritmo respiratorio, lo que en dosis elevadas puede producir la muerte por depresión respiratoria.
Los efectos a largo plazo de la heroína se relacionan según múltiples estudios con el deterioro de la materia blanca del cerebro, alterando así la forma de tomar decisiones, la capacidad de regular el comportamiento y las respuestas generadas ante situaciones de estrés. A menudo los consumidores crónicos de esta droga presentan insomnio, anorexia, disminución del deseo sexual, comportamiento violento, alucinaciones auditivas y visuales y psicosis.
Además, como la forma más popularizada de consumo de esta droga es la vía intravenosa, los consumidores están expuestos a la aparición de flebitis (inflamación de las paredes venosas) o abscesos cutáneos y al contagio de enfermedades infecciosas como el VIH, hepatitis B y C, tétanos...
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